IVANA FERRER
artista plástica
descartaBLE
2006

sin título óleo sobre tela 150 x 150 cm

sin título óleo sobre tela 150 x 78 cm


sin título óleo sobre tela 150 x 150 cm
por Carlo Trivelli
El acto de simbolizar entraña dos dimensiones que el trabajo de Ivana Ferrer maneja con acierto. El primero tiene que ver con la naturaleza a la vez elocuente y enigmática del símbolo. Elocuente porque el símbolo es una vestimenta seductora para las ideas que, de otra manera, podrían pasar inadvertidas o no tocarnos con la fuerza que deberían. Enigmático porque, si bien seductoras, esas vestimentas nos atraen sin revelarnos con claridad lo que se esconde detrás de ellas, obligándonos a buscar y descubrir. En el trabajo de Ivana, la comida, el acto mismo de comer, ha sido vehículo tanto para comentarios acerca de nuestra identidad cultural como para poner de manifiesto nuestra relación con el poder: en cada caso, el acto de comer, íntimo, cercano, evidente era el territorio, la vestimenta, para el comentario de la artista.
Lo que encontramos en descartaBLE es un nuevo recurso a esa estrategia. Y esta es la segunda de las dimensiones del símbolo: una vez creados, estos cobran vida propia. No es posible detenerlos ya, no es posible acallarlos. Una vez erigido en símbolo, el comer y todo lo con él relacionado seguirá simbolizando nuestra tradición cultural, nuestras relaciones con el poder o, en el caso que aquí nos ocupa, su propia deshumanización. Porque asistimos aquí a la mise en place del escenario en el que el acto de alimentarse, que tan caramente hemos elevado de necesidad animal a ritual social, experiencia estética y a espacio privilegiado para poner los afectos sobre la mesa, deviene en mero consumo, en tránsito sin sustancia más allá de sus contenedores efímeros. Es como si en los objetos aquí representados se respirara la textura existencial del acto de comer pero desprovisto de todo lo importante. No hay comida aquí, ni comensales, solo un vacío de plástico y tecnopor. Y no estamos solamente ante objetos que se pueden descartar –qué comodidad– sino ante un mundo pensado para ser desechado, que sabemos, de antemano, que va a serlo. Y en esa órbita, la del consumo por el consumo, la del tránsito sin sustancia que tiñe tan claramente al comer, empiezan a ingresar, si tan solo reflexionamos un poco, otras esferas de la vida: nuestra relación con la información en el día a día de diarios y noticieros, nuestro trato con los demás, la consistencia del tiempo, el ocio, la experiencia misma. Y todo tan blanco…